El Modernismo es un
movimiento literario que nace en Hispanoamérica a finales del siglo
XIX —concretamente en 1888, año en el que Rubén Darío publica Azul— como reacción al Realismo y
Naturalismo, al utilitarismo y al Racionalismo Positivista. En una época
decadentista en la que los artistas europeos sufren una profunda crisis
existencial, el melancólico escritor modernista, siempre en defensa del lema
parnasiano “el arte por el arte” huye hacia ambientes fantásticos, épocas
pasadas —en especial a la
Edad Media — y lugares exóticos. Los poemas modernistas
comparten con la pintura el uso del color, por lo que las poesías llegan a ser
ricas descripciones en gamas y contrastes cromáticos. El colorismo no pretende
solamente mostrar una realidad, sino que posee una significación connotativa y
sinestésica, es decir, los colores del poema, al igual que los del cuadro,
transmiten ciertos sentimientos y sensaciones. Abundan en ellos los motivos
preciosistas y elegantes, como el cisne y el claro de luna, símbolos muy
visuales con los que reflejar la belleza; también, al igual que en los cuadros
prerrafaelitas, aparece una amplia imaginería medieval. Asimismo, toma del
simbolismo la idea verleniana de la sugestión, es decir, la literatura, del
mismo modo que las melodías musicales y las manchas de color de las pinturas
impresionistas, no debe hablar explícitamente, sino que debe sugerir; de ahí que los colores y otros símbolos son capaces de ofrecer una
imagen difuminada de aquellas realidades misteriosas para el ser humano.
Dentro del Modernismo, uno de los grandes pintores de palabras es Manuel Machado, para quien la
afición por la pintura de su familia, así como las influencias simbolistas y
parnasianistas del momento fueron claves en la definición de su personalidad poética. Gerardo Diego alega:
“Era el autor de
“Museo” y de “Apolo” no sólo un pintor con palabras, paisajista y artesano de
calidades, diestro sumo de la pintura de género y no muerta, sino viva,
viviente. No sólo un pintor con palabras que son a al vez formas, colores y
músicas, sino un sicólogo finísimo, capaz de filtrarse hasta los más
intrincados escondrijos del alma de su modelo. Aunque su modelo sea el propio
Manuel Machado” (Diego, Gerardo apud. Carolina Corbacho Cortés: Poesía y
pintura en Manuel Machado, Cáceres, Universidad de Extremadura, 1999, p. 19.)
No obstante, Manuel
Machado no toma de la pintura solamente su técnica, sus recursos y sus
posibilidades expresivas, sino que el arte pictórico es el tema exclusivo de
dos de sus poemarios: Museo (1902/1907)
y Apolo. Teatro Pictórico (1911). Museo,
que titulaba a una sección del primer libro de Machado, Alma (1902), se reeditó en 1907 junto con otros tres poemarios con
el nombre de Alma. Museo. Los cantares,
donde se añadieron las tres composiciones originales a otras nuevas. Plagado de
tintes simbolistas, se trata de de un recorrido por la Historia de España a
través de obras pictóricas reales o inventadas. Apolo. Teatro Pictórico (1911) constituye una especie de museo
imaginario que reúne obras conservadas en su mayoría en el Louvre y en el Prado
y por el que realiza una visita respetando, con pocas excepciones, el orden
cronológico: los primitivos Fra Angelico y Van Laethem; Boticelli, da Vinci,
Tiziano y Veronés en el Renacimiento; los holandeses y españoles Rubens y
Rembrand, Zurbarán, El Greco, Velázquez, Murillo y Van Dyck; la escuela
francesa del XVIII, Watteau y Goya; y, para finalizar, Garvany, Manet y Serget. Veamos dos ejemplos:
“Felipe IV”
Nadie más cortesano ni
pulido
que nuestro rey Felipe, que Dios guarde,
siempre de negro hasta
los pies vestido.
Es pálida su tez como la
tarde,
cansado el oro de su pelo
undoso,
y se sus ojos, el azul,
cobarde.
Sobre su augusto pecho
generoso,
Ni joyeles perturban ni
cadenas
El negro terciopelo
silencioso.
Y, en vez de cetro real,
sostiene apenas,
con desmayo galán, un
guante de ante
la blanca mano de
azuladas venas.
(Manuel Machado: "Felipe IV", en Antología Poética (ed. Arturo Ramoneda), Madrid, Alianza Editorial, 2007, p. 168-169)
Velázquez,
Retrato de Felipe IV, 1634-1635,
óleo sobre lienzo, 303,5 x 317,5 cm.
Museo Nacional del Prado
Florencia –flor de música
y aroma-,
patria del gran Leonardo,
inanerrable
madre lo sutil y lo
inefable…
Florencia de León y la Paloma.
Mona Lisa sonríe, Madona
Elisa
mira psar los siglos sonriente.
Y nosotros también
eternamente
llevamos en el alma su
sonrisa.
Sonríe la giocconda… ¿Qué
armonía,
¿Qué paisaje de ensueño
la extasía?
¿Por donde vaga su mirar velado?...
¿Qué palabra fatal suena
en su oído?...
¿Qué amores desentierra
del olvido?...
¿Qué secreto magnífico ha
escuchado?...
(Manuel Machado: "La Gioconda", en Alma. Apolo (ed. A. Carballo Picazo), Madrid, Alcalá, 1967.
(Leonardo da Vinci: Gioconda, 1503-1506, óleo sobre tabla,
77x532 cm. El Louvre.)
Propuesta de trabajo.
Tras leer los sonetos de Museo y Apolo, visita virtualmente el Museo Nacional del Prado y el
Louvre y, a partir de la información sobre sus obras que te proporcionan estas
páginas, realiza un comentario comparativo en el que respondas de manera integrada a las
siguientes preguntas:
1. Análisis métrico del poema
2. ¿Qué personaje retratan el cuadro y el poema? ¿Qué paisaje o naturaleza muerta describen?
3. ¿Qué características modernistas presenta el poema? ¿De qué manera dan expresividad a la composición?
4. ¿Qué rasgos de la obra pictórica se ensalzan en los versos?¿Por qué?
5. ¿Por qué has elegido ese cuadro y poema? ¿Te ha gustado?
Otra propuesta de trabajo. ¿Te gusta el arte? ¿Tienes un cuadro o una escultura favorita? ¿Y una canción o un edificio? ¿Y una ópera, ballet o película? Busca en páginas oficiales información sobre alguna obra e intenta componer una breve composición que verse sobre ella.
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